Vecinos que se oponen a proyectos comunitarios o a nuevos usos de suelo en sus calles o colonias, como lo hemos visto en Lomas de Chapultepec, Ciudad de México, en San Pedro, Monterrey, y en al menos uno o varios de los barrios en los que viven las familias de nivel socioeconómico alto, o con más influencia, de cada ciudad, se denominan NIMBYS, abreviación para “Not In My Back Yard,” es decir: “no en mi patio trasero.”
Este movimiento inició a principios del siglo 20 como una manera de frenar proyectos que destruían colonias, fabricas que usaban carbón y afectarían la salud de sus vecinos, autopistas que destruirían la vida comunitaria de una colonia, o infraestructuras para automóviles masivas que lastimarían el valor de las propiedades de una colonia, todas actividades destructivas. Este concepto, sin embargo, tomó un nuevo giro con el creciente enfoque en la zonificación del siglo 20, la que separaba los usos de suelo, idea que vendía la promesa de que una colonia residencial mantendría su sentimiento de la vida en el campo, o de suburbio, permanentemente, separada del comercio o actividades comunitarias y recreativas, promesa falsa e imposible ya que todas las ciudades evolucionan a través del tiempo, con más y más personas buscando vivir cerca de sus trabajos y los mejores equipamientos de las ciudades, evolución que responde también a cambios en la tecnología y en la economía global. Pero sobre todo, el NIMBYismo se convirtió en una herramienta de exclusión social, permitiéndole a vecinos de las clases más altas a oponerse a proyectos que atraerían a nuevas familias, de diferentes clases sociales, a su colonia, ya sea para vivir o para convivir.
Con las herramientas legales que respaldaban a los NIMBYs en el modelo de planeación urbana del siglo 20, las colonias más ricas lograron frenar proyectos de transformación y evolución, causando mayor pobreza en el resto de la ciudad, disminuyendo el emprendimiento local, condenando proyectos de cambio positivo al fracaso. Este movimiento cultural del siglo 20 se acabó. La nueva Reforma Urbana de México cambia las reglas del juego, y el gran ganador serán las ciudades, los más pobres, pero curiosamente, también los ricos. Con el nuevo modelo, todos ganan, aunque a primera vista, muchos no entenderán el cómo.
Para los que han emprendido en un proyecto de transformación comunitaria, encontrando resistencia de vecinos preocupados y funcionarios resistentes, o para los que han sido de un movimiento NIMBY, ya conocen el proceso general de este conflicto que se da en las colonias:
Un propietario o desarrollador pide un cambio de uso de suelo, por lo general, para construir un edificio de cuatro a cinco niveles, o para usos mixtos o comerciales de bajo impacto, a diferencia de cambios más riesgosos como un rascacielos, una fábrica, un antro, una gasolinera, un taller o un Wal-Mart. Sin embargo, este cambio de usos genera inmediatamente escandalo ante los vecinos. En las audiencias, estos toman la palabra para urgir a los funcionarios a frenar el proyecto, preocupados, con sinceridad, de que este amenazará la paz y tranquilidad de sus calles, la vida de los niños, y la vida comunitaria. Si los vecinos creen que las audiencias no están sirviendo, comienzan a expresar inconformidad con el proceso legal e incluso acusan de corrupción, sin importar que tan apegado a la legalidad haya sido el proceso. Nada tiene tanto potencial de convertir a una familia de clase alta en revolucionarios como una pelea NIMBY de usos de suelo.
Pero en resumen, los mejores expertos de alrededor del mundo acusan que el NIMBYismo contribuye a la escasez de vivienda, destruye a las pequeñas y medianas empresas, y dificulta los proyectos para construir comunidades vibrantes y prosperas. El bloqueo de proyectos que implican diferentes usos de suelo en una colonia residencial resulta en menos lugares para construir vivienda, y por lo tanto, un incremento de costo de los terrenos de la ciudad entera, obligan a las pequeñas empresas a asumir grandes inversiones iniciales en plazas comerciales de alto costo, obligando a las personas a tener que manejar a todas partes en una ciudad, dispersando más y más la ciudad, incrementando cada vez más y más el tráfico de vehículos, desincentivando la posibilidad de caminar alrededor de una colonia, elimina la posibilidad de construir espacios de convivencia, restringiendo las posibilidad de mayor vida comunitaria, y en resumen, destruye el significado básico de lo que significa vivir en una ciudad.
Sin embargo, existe un tipo de NIMBYismo que no solo es bueno, sino que es heroico. Algunas infraestructuras viales, como puentes, segundos pisos, pasos a desnivel, asi como estilos de arquitectura que destruyen la banqueta para estacionamiento, o aquellos diseños que privilegian la comodidad del automóvil por encima del de las personas, estos son el tipo de proyectos que Jane Jacobs, la gran heroína del urbanismo del siglo 20, combatía, y que los vecinos y activistas urbanos harían bien en combatir con todo su corazón.
Por ello, la nueva Reforma Urbana empodera a los activistas urbanos y emprendedores sociales en las ciudades con nuevas herramientas para combatir la destrucción de comunidades, y para redirigir el crecimiento de una colonia, por medio de la regulación de externalidades, y no en la regulación de usos y densidades. Esto significa que los vecinos pueden imponer reglas estrictas de ruidos, de contaminación, de publicidad exterior, y de olores, regulaciones que automáticamente expulsarían a comercios incompatibles con la paz y tranquilidad de las calles, y la vida residencial. Adicionalmente, la nueva ley propone herramientas de regulaciones para el espacio público que también eliminaría a muchos de estos giros problemáticos, como las políticas de banquetas amplias y continuas, que prohíba los estacionamientos sobre la banqueta, asi como la restricción de cierto tipo de transportes de carga en una calle local o colonia, pero sobretodo, en el uso de los estacionamientos de la vía pública, creando la posibilidad de permitir solo estacionamientos con permisos, cobro de estacionamientos con parquímetros, o la eliminación total de estacionamientos en la calle para ampliación de banquetas, entre otras herramientas de buen urbanismo por medio del diseño y regulación del espacio público.
Pero este nuevo sistema representa un completo cambio cultural, una nueva manera de pensar en las ciudades y en la vida de un barrio. Algunas personas escogerán reubicarse a fraccionamientos privados en cerradas o esquemas condominales, pero otros entenderán el potencial de este nuevo modelo para rescatar sus calles y sus colonias del deterioro que todas, sin falla, están viviendo actualmente. ¿Y tu, que tipo de NIMBY eres?
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